Hoy reseñamos un reportaje sobre cómo aparcan las motos en Madrid. Tiene un tono victimista que entronca con esa tradición tan actual de echar la culpa de todos los males a las motos (menos mal que los terroristas del 11-S secuestraron aviones, que si no...) pero nos parece muy interesante porque refleja la realidad. Los motoristas nos autocompadecemos mucho, pues somos uno de los elementos más débiles del tráfico rodado, pero nos olvidamos de que hay elementos más débiles aún, y no sólo sobre el asfalto.
Madrid, la capital de España, es una ciudad anárquica en muchos aspectos. Décadas de desarrollo incontrolado y una errática política de movilidad - cuyo origen podríamos remontar a los años 70, cuando alguna mente iluminada decidió eliminar los tranvías - han convertido a Madrid en una ciudad secuestrada por el automóvil. Un enorme parque móvil flotante se mueve todos los días por nuestras calles, casi siempre para desplazamientos cortísimos y con una baja tasa de ocupación, cuando de vehículos privados se trata. Los resultados son evidentes: atascos casi permanentes, dificultad para aparcar, alta contaminación, ruido, etc.
En esta situación, que como decimos no es nueva, es extraño que la moto no haya crecido más como vehículo personal, como ha pasado en Barcelona. Quizás sea porque nuestro clima no es tan benigno como el de la Ciudad Condal. El caso es que en Madrid se usa la moto, pero pensamos que podría usarse más. Sin embargo, actualmente es una ciudad ideal para la moto, porque la ordenanza municipal nos otorga muchas ventajas, y la principal es la capacidad de aparcar virtualmente donde queramos, tal y como explica el artículo. Todo ello debido, según las malas lenguas, a la afición motera del Alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón.
El caso es que, para quienes conducimos una moto, la vida es fácil: nos movemos con toda la agilidad que nos dan las dos ruedas y, cuando llega el duro trance de aparcar, soltamos nuestra montura donde mejor nos parece. Como siempre, creemos que hay que usar el sentido común, y aparcar la moto donde no moleste y mirando por los demás. Parece ser que, últimamente, la policía municipal está aplicando la normativa con mayor rigidez, sancionando a las motos mal aparcadas: creemos que más por afán recaudatorio que por una verdadera voluntad de mejorar las cosas.